El péptido 1 similar al glucagón (GLP-1) se descubrió en 1982 como subproducto de una investigación en pacientes diabéticos que se habían sometido a una cirugía de bypass gástrico.
En ese momento, los investigadores estaban estudiando los efectos de la cirugía de bypass gástrico sobre el control del azúcar en sangre. Notaron que después de la cirugía, los pacientes tenían niveles más bajos de azúcar en sangre y mejoraban la secreción de insulina. También notaron que los pacientes tenían niveles más altos de una hormona llamada proglucagón en sus intestinos.
El proglucagón es una hormona precursora que se convierte en varias hormonas diferentes, incluido el GLP-1. Los investigadores plantearon la hipótesis de que el GLP-1 podría estar desempeñando un papel en el mejor control del azúcar en sangre observado después de la cirugía de bypass gástrico.
Para probar su hipótesis, los investigadores inyectaron GLP-1 a pacientes diabéticos. Descubrieron que el GLP-1 reducía los niveles de azúcar en sangre y mejoraba la secreción de insulina. También descubrieron que el GLP-1 ralentizaba el vaciado del estómago, lo que ayudaba a los pacientes a sentirse satisfechos por más tiempo y a comer menos.
Estos hallazgos llevaron al desarrollo de medicamentos GLP-1 para el tratamiento de la diabetes tipo 2 y la obesidad. Los medicamentos GLP-1 ahora se consideran la terapia de primera línea para muchas personas con diabetes tipo 2. También son eficaces para perder peso y mejorar la salud del corazón.
El descubrimiento de GLP-1 es un ejemplo significativo de cómo la investigación sobre una afección médica puede conducir a nuevos tratamientos para otras afecciones. La cirugía de bypass gástrico es una cirugía mayor y no siempre es una opción adecuada para personas con diabetes tipo 2. Sin embargo, el descubrimiento del GLP-1 ha permitido desarrollar medicamentos que brindan los mismos beneficios de la cirugía de bypass gástrico sin necesidad de cirugía.
Además del descubrimiento de los medicamentos GLP-1, la investigación sobre GLP-1 también ha permitido comprender mejor cómo el cuerpo regula los niveles de azúcar en sangre y el apetito. Este conocimiento está ayudando a los investigadores a desarrollar tratamientos nuevos e incluso más eficaces para la diabetes tipo 2 y la obesidad.